lunes, 24 de mayo de 2010

DEFENSA DE CATALUNYA

Estic orgullos de la intervenció del Montilla, i decepcionat per la ausencia del Mas. La lluita política per les eleccions catalanes no poden estar per demunt de les aspiracions del poble de Catalunya d'assolir les aspiracions d'autogobern d'un estatut retallat però validat pel poble català. Les darreres eleccions a Catalunya vaig votar PSC i aquestes properes eleccions tenia decidit votar CiU, però avui, qui m'ha demostrat que treballa pel meu pais es el Montilla, sense el recolçament de Mas, per aquest motiu segurament el recolçaré a les properes eleccions. Quina llàstima Artur!

jueves, 29 de abril de 2010

Carta a Vicente Luis Mora sobre la novela Alba Cromm


Querido Vicente,

No soy crítico literario, gracia a Dios, ni un gran experto en literatura, lamentablemente: soy un lector común, ávido de calidad y quizá un protoescritor incapaz de liberarse del prefijo, por lo que mi opinión debe estar enmarcada por estas limitaciones.

Quiero agradecerte, Vicente, el esfuerzo que te habrá supuesto escribir esta novela, pero has conseguido despertarme de esa vaga inercia de lo cotidiano y hacer saltar ese resorte, que todos tenemos más o menos oculto, capaz de provocar una perturbación que, por mínima que sea, te hace sentir vivo.

No se si sabré expresar correctamente qué aspectos de esta novela han conseguido despertar este interés, yo creo que lo que hace especial esta obra es tu capacidad de conseguir un equilibrio entre fuerzas que parecen contradictorias: caos y orden, virtualidad y humanidad, lógica y sorpresa...

Es una obra que te parece caótica, con múltiples y diferentes formatos que exigen diferentes códigos expresivos, con diferentes narradores de estilos diversos. Al principio te encuentras con una cierta molesta confusión, pero poco a poco la confusión va dejando de molestar para pasar a interesar y finalmente vas encontrando un orden dentro del caos que te provoca una agradable sensación de control, de victoria personal.

También es de destacar tu capacidad de integrar un ambiente virtual, que en principio te parece más bien deshumanizado, con un juego emocional, a veces sútil, a veces descarnado: por ejemplo me parece realmente genial la relación emocional entre Alba y Nemo, entre la heroína y el depravado: la angustia que me despertaba el posible viraje que se intuía hacia una implicación emocional entre ambos, que, con el desenlace, se llega a entender de una forma conmovedora.

Finalmente la combinación de lógica y sorpresa también es muy vivificante, porque si bien el final tiene una lógica aplastante me provocó una agradable sorpresa, doblemente agradable por ser un desenlace creíble e inesperado.

Reitero mi agradecimiento, como el que siento siempre que una obra, sea producto de la voluntad humana o del azar natural, consigue despertar en mí una emoción, una vibración del espíritu.

Un abrazo,

Xavier

lunes, 5 de abril de 2010

El mar y el ser


Un día me desperté temprano, el sol todavía no había salido y la mañana era oscura, aunque aparecían los primeros signos del amanecer: el día insinuaba su potencial, el cielo estaba clareando levemente, haciéndote intuir las formas, los contornos de las cosas: una borrosa, todavía, realidad. En este momento especial, de renovación, sentí como una esperanza interior, como un mundo de posibilidades que se me ofrecía, como una página en blanco donde poder escribir, o reescribir a mi antojo. Como una nueva oportunidad.
No se por qué, en este día concreto, este sentimiento me embargó. No era un día especial, en nada diferente a los incontables días anteriores, sólo puedo decir que esa mañana significó para mí una nueva posibilidad. No quise quedarme en la cama, era una mañana renovada, como si no tuviera historia previa, o como si la misma no fuera importante: era un día nuevo, era un renacer donde yo pudiera escribir el futuro que más me apeteciera. Era una sensación de poder absoluto sobre mi mismo, sin tener importancia mi edad, los compromisos adquiridos: una sensación de libertad en la que mi voluntad y sólo ella, podía dirigir mi vida.
Así que me levanté, eufórico, sin rastros de pereza, ilusionado. Era dueño de mi futuro, al menos a corto plazo, estaba ilusionado por ese día, o ese futuro, por qué no, que podía moldear. Estaba sólo, el resto de la familia durmiendo, el día amaneciendo, y yo con todo mi potencial, con todas las posibilidades a mi alcance, sólo tenía que decidir hacia donde ir, como enfocar mi existencia; un mundo que podía esculpir.
Pero tenía que tomar una decisión difícil, tantas eran las oportunidades, todas eran posibles. Podía ser explorador, ermitaño, escritor, monje tibetano. Podía retomar mi profesión de médico, ayudar en África, podía estudiar la carrera de ingeniero nuclear, ¡Tantas eran las oportunidades!
Me hice un café y me senté en mi sillón, la ilusión me impedía estar sentado pero me impuse paciencia, reflexión: cuando tu mundo está en tus manos no puedes equivocarte, tienes que decidir la opción más adecuada, quizás sea tu última oportunidad, o ahora o nunca. Volver a equivocarse ahora ya no tendría remedio, la edad no perdona, sólo me quedaban los años justos para intentar algo, después ya sólo me quedaría la contemplación, el recuerdo, posiblemente la frustración de las oportunidades no escogidas, de los trenes perdidos.
El día, no obstante, iba clareando. El tiempo iba pasando y yo no me decidía: ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía enfocar mi vida desde ese mismo instante hasta el final inevitable? ¡Todavía había tiempo para que todo tuviera sentido!
Pensé que lo mejor era levantarse del sillón, ducharme, vestirme y salir a la calle, pasear en este momento de la mañana en que la vida de la ciudad estaba dormida, las calles mojadas por los servicios de limpieza brillarían inundadas por el tímido sol que se insinuaba en el horizonte. Las paredes de mi casa no me permitían expandir la mente, abrir mi horizonte. Bajando hacia la playa desierta el mundo se abriría, mis sentimientos podrían expandirse libremente, y mi futuro deseado aparecería ante mí como una revelación inevitable, como una intuición.
Me dirigí calle abajo hacia el mar, el aire fresco de la mañana me daba vigor y mantenía inalterada mi emoción. Las calles estaban prácticamente vacías y me sentía como dueño y señor de mi vida, de mi entorno. Pensaba que había tomado una buena decisión al desperezarme y salir de casa, y esto me daba ánimos ante la posibilidad de tomar decisiones, que tan difíciles eran de tomar. Andaba alegre, vigoroso, todavía era temprano, no había perdido el tiempo excesivamente, todavía podía decidir, enfocar mi futuro como me apeteciera: la magia de esta mañana no se había evaporado.
Llegué frente al mar, de pie en la arena húmeda de la mañana, mientras las olas rompían en la playa, con un rugido profundo, estremecedor. Era una sensació de gran belleza e inmensidad que me embriagaron: me emocioné viendo su poder, su libertad ilimitada, su bravía incontrolable. Intuí que nosotros, los seres humanos, los grandes limitadores, los delineantes del universo, los traductores de signos, los interpretadores, nada podíamos hacer frente su poder inmenso. Un poder propio, natural, irrevocable, independiente. En este momento tuve una sensación de unión primigenia, de comunión, y a la vez de impotencia, de pequeñez, de insignificancia. Era como una sensación de aniquilación deseada, de postración reverente frente a la gran inmensidad, frente a lo inabarcable. Significó para mí como una rendición frente a lo magnífico, un deponer las armas y los escudos a los pies del poderoso invasor, que rugía ante mí, mientras estaba sólo en la arena, descalzo. Lloré, pero fueron lágrimas pesadas, densas, silenciosas, que brotaban sin estridencias arrastrando mi orgullo, mi vanidad fuera de mí, disolviéndolas en el mar.
Me embargó una inmensa paz, respiré hondo, di media vuelta y reanudé mi vida desde la humildad aprendida, desde mi gran pequeñez ahora estimada.

viernes, 2 de abril de 2010

Tu hombro



Somos delineantes
de un universo caótico,
trazamos caminos
en el mar.

Construimos murallas
que nos defiendan
de constantes invasores
de la estabilidad.

Levantamos castillos
dentro de las murallas,
que guardan celosamente
nuestra intimidad.

Y cuando más seguros estamos
aparece la realidad,
ese mundo de caos
que queríamos evitar

Una curva inesperada,
que te hace estremecer:
una línea delicada
delineada por un dios,

Un hombro impensable
estremece tu pasión,
somos delineantes
pero encerramos el corazón

Un instante es eterno,
el pricipio y el final.

Esperanza



La tierra crujía bajo mis pies descalzos, andaba por una inmensa llanura, parda, reseca, sin fin. El sol inundaba el espacio de una luz hiriente calentando el aire que respiraba; se encontraba en su cenit impidiéndome cualquier posibilidad de orientación. No existía ningún signo de vida a mi alrededor, ni una brizna de hierba, ni un sólo insecto arrastrándose por la seca tierra o zumbando en el aire ardiente, ni un animal, ni mucho menos un ser humano. Ya no recordaba al tiempo que llevaba andando en la más absoluta soledad, ni cómo ni porqué estaba ahí, ni de donde venía ni a donde me dirigía. Era consciente de haber tenido un pasado, de haber vivido experiencias, pero no era capaz de darles un sentido, un significado; no me decían nada, como si en algún momento alguien me las hubiera contado, aburriéndome con sus historias insulsas de charlatán de taberna, vivencias alejadas de mí, que no me pertenecían. Me sentía como un náufrago sin mar, sin pasado real, sin destino, sin esperanza.
Iba andando por no parar, como podía estar parado por no andar, cuando al alzar la vista de mis pies en movimiento y de la tierra resquebrajada que se desmenuzaba a mi paso, atisbé una pequeña mancha en el horizonte. Parpadeé y allí continuaba. Una alteración leve de la monotonía que me dejó momentáneamente perplejo. Parece ser que mi seco cerebro consiguió enviar un débil mensaje ya que observé, no sin cierta sorpresa, que la dirección de mis pasos sufrió una pequeña modificación y enfocaron su caminar automático hacia la perturbación atisbada. Poco a poco me iba acercando y la visión, inicialmente informe, fue tomando consistencia, fue definiéndose y adquiriendo significado: parecía un árbol. Mientras iba acercándome iba manifestándose con mayor detalle: era una árbol viejo, retorcido, seco. Su tronco estaba recorrido por profunda grietas, protuberancias nudosas de viejas pretensiones, escuálidas ramas sin vida como dedos artríticos de viejas brujas imaginarias. Cuando al fin llegué me quedé parado frente a él, alcé la mano y la acerqué a su tronco con la intención de tocarlo, confirmar su realidad, pero una especie de temor o reserva me lo impedía. Vacilando volví a apartar mi mano y, despacio, me senté sin dejar de observarlo. Estaba en pie, pero muerto, me pareció un alma gemela en medio del desierto y me eché a sus pies, para descansar, para unirme a él y compartir nuestra desolación. Creo que me dormí a su lado, no se cuanto tiempo permanecí en un sueño vacío, estéril, pero al abrir los ojos tuve un estremecimiento, un cambio en el entorno, una modificación en el monótono marrón terrestre y azul del cielo había irrumpido, insolentemente. Un pequeño, minúsculo, brote verde apareció, como salido de la nada, en medio del viejo tronco. Una ramita, débil, delicada, temblorosa, pero viva...¡Viva!

jueves, 25 de febrero de 2010

Eternidad en poco tiempo

No os preocupéis más
por conseguir la eternidad,
ella os esta esperando
detrás de la próxima esquina

sábado, 13 de febrero de 2010

Muerte de un deportista

¿Que sentido tiene mostrar crudamente la muerte accidental de un  deportista? Solo busca el estremecimiento, el horror, el sobresalto:  
un golpear con el puño cerrado a las emociones de un espectador desprevenido. ¿Con que objeto?.
Yo soy un espectador sensible y me afecta ver morir a un ser humano. Puedo aceptar que una muerte se muestre si puede hacerme  
reaccionar, porque admito que el día a día me hace insensible al dolor ajeno, y en este caso, mostrar la crudeza de la muerte puede empujarme a actuar. Si es así tiene su justificación: la muerte por hambre de niños del tercer mundo, la muerte salvaje de población civil en  
cualquier guerra, los desastres derivados de catástrofes naturales donde enterarse de la dramática situación de las personas afectadas puede despertar el sentido de la solidaridad... Desde este punto de vista, tiene una justificación . Pero mostrar un accidente de un deportista que se empotra contra una columna, después de perder el control de su trineo, no tiene ningún sentido, y su exposición espectacular en las  
pantallas sólo busca el impacto mediático sin ningún objetivo más allá de no perder audiencia, ya que otras cadenas van a mostrarlo en primera página.

Creo que se impone una reflexión sobre los valores éticos que deberían mover la sociedad, cuando estos, cada vez más están siendo barridos por aquellos que sólo persiguen el beneficio a corto plazo o la satisfacción inmediata.

jueves, 11 de febrero de 2010

Abismo


¿Qué existe en las profundidades del abismo?
¿Qué hay allí, agazapado, emboscado?
Qué criatura imposible
qué ente monstruoso, increible,
está al acecho
¿Qué hay en lo ignoto?
Estremecedora presencia
de abiertas fauces sin fondo
con brillantes ojos de fuego vivo
¿Qué ocurre ahí?
En ese mundo subterráneo
que va corroyendo el subsuelo
que va emergiendo poco a poco,
como un atroz felino
En la superficie todo está
aparentemente tranquilo
Como, amo, escribo, vivo...
Pero, ¿Qué hay ahí que estremece
este mi suelo construido?
Un temblor persistente,
una vibración inquietante,
un hormigueo en las entrañas
que me mantiene en vilo.

miércoles, 10 de febrero de 2010

DONDE ESTÁ LA VERDAD
Dedicado a Innuo
Xavier Llop

¿Dónde está le verdad?
¡Lucha!
Mito y razón
Desencuentro

¿Dónde esta la verdad?
¡Lucha!
Espíritu y materia
Desprecio

¿Dónde está le verdad?
¡Lucha!
Emoción y rigor
Anulación

¿Dónde está le verdad?
¡Lucha!
Dioses contra Dioses
Aniquilación

¿Dónde está la verdad?
¿Lucha?
¡Integración!

domingo, 31 de enero de 2010


Voy a realizar un pequeño ejercicio de observación de aquellos actos cotidianos a los que no presto habitualmente atención:

Me despierto siempre a la misma hora - ha arraigado tanto en mí este hábito que la mayoría de las veces lo hago antes de que suene el despertador, lo cual es absolutamente lamentable -. Tras levantarme de la cama me dirijo al baño donde hago mis necesidades, me ducho, me lavo los dientes, me afeito y me rocío de colonia, masaje y desodorante, siempre, invariablemente, en esta estricta secuencia. Finalizada la rutina del aseo voy a la cocina, me preparo un café, de la marca que siempre he comprado, - no es que me guste más o menos que las otras, es que como ésta ya me gusta para que cambiar- y mientras se prepara el café, me visto, combinando las limitadas piezas de ropa que poseo, siempre observando la misma pauta: primero los calzoncillos, en segundo lugar los calcetines, después la camisa, a continuación los pantalones y al final los zapatos. Después voy a la cocina, donde la cafetera está empezando a hervir y apago el fuego, coloco una taza de la misma leche desnatada de siempre en el microondas y cuando la campanilla me avisa que está caliente, a la temperatura que adquiere durante 45 segundos exactos, que no se cual es, ni nunca me ha importado, le añado el café y me lo tomo sin miedo a quemarme, confiando plenamente en la sabiduría del microondas. Veo las noticias, siempre en el mismo canal, del que ya conozco los presentadores, su estilo, sus caras: sería un fastidio que me los cambiaran. Cuando me termino el café saco a pasear a la perrita, le pongo el arnés con la cadena en el rellano de la escalera mientras espero el ascensor; una vez en la calle sigo invariablemente el mismo recorrido: calles que se han convertido en el único universo conocido de mi perra - supongo que debe pensar, a su modo perruno, que la tierra es plana y pequeña y que más allá de las calles que delimitan su recorrido, los perros u otros animales osados deben caer al abismo -. Una vez paseado el perro, me dirijo caminando a la oficina, aprovechando el recorrido, de unos 4 kilómetros, para hacer ejercicio: paso por las mismas calles cada día, en un recorrido conocido, que optimiza el tiempo - aunque también escogido, hace años ya, por ser un poco más bello que los recorridos alternativos: aquella fachada modernista, aquel café de aromas viejos o aquella iglesia con sus torres góticas, que ahora ya no me emocionan, pues ya no las miro -. Avanzo con la mirada perdida, pensando ya en el trabajo que me espera ese día, sin percatarme de nada de lo que me rodea, personas sin rostro, edificios sin vida - sólo de vez en cuando un hecho aislado me incita: la silueta amenazante de un hombre parado en un portal en sombra, la bicicleta que en el último instante me esquiva, o aquella bocina de coche que pienso que se me va a echar encima y me doy cuenta, un poco avergonzado que no es a mí a quien pita -. Cuando llego al trabajo, antes de subir a la oficina, compro el mismo periódico en el quiosco de siempre, e intercambio las mismas palabras cada día con el quiosquero - hoy hace frío, o calor, o menuda lluvia esta cayendo-; luego me dirijo a la cafetería donde ya conocen mis gustos: al entrar, desde la puerta, levanto el índice y el dedo medio, haciendo la señal de la victoria y el camarero ya sabe que quiero: mi café doble con leche desnatada. A las ocho y media en punto entro en la oficina, coloco mi abrigo y mi boina en el mismo brazo del mismo perchero, me siento en mi butaca y conecto el ordenador y, mientras se conecta, voy al aseo. Han pasado dos horas desde que me he despertado y todavía no he utilizado el cerebro. Al salir a comer voy siempre al mismo restaurante, cómodo por su cercanía, con comida aceptable a un precio asequible: para que aventurarse a impredecibles resultados. Al salir del trabajo me dirijo a casa en metro, espero en el andén en el sitio exacto que va a coincidir la puerta del vagón: como es la primera parada soy de los primeros en entrar y siempre ocupo el mismo asiento, justo en un extremo, así limito el contacto humano a un solo lado. Durante el trayecto en el metro juego al Sodoku, y lo hago de forma tan concentrada, que sólo un sexto sentido, desarrollado por el hábito, me alerta que he llegado a la estación donde me apeo: no me he dado cuenta ni de las paradas de metro por las que hemos pasado - incluso dudaría si alguien me preguntara si este metro para en una estación determinada- , ni de la gente que ha entrado o salido: no he visto sus caras ni si alguien parecía triste o alegre, ni adivinado los posibles motivos de sus emociones, ni me he alegrado por su sonrisa o entristecido por su dolor: muertos vivientes incapaces de dar pavor. Al salir de la estación voy a tomarme un refresco al bar de siempre: me siento en el mismo taburete cada día, y el camarero, sin preguntarme nada, me trae mi coca cola light y mis patatas - ya no se si siempre tomo lo mismo porque me gusta, porque me lo trae el camarero o porque no quiero incomodarlo con una petición extraña -. Finalmente, al llegar a casa, vuelvo a pasear a la perra por el mismo recorrido que por la mañana - la pobre siempre orina sobre sus propios orines, marcándose a sí misma el territorio - , le pregunto a mi hijo, de forma automática, si ha hecho los deberes, a lo que él siempre, y también de forma automática, me responde afirmativamente. Concluida la jornada, y antes de acostarme, ceno con la familia, mientras veo las noticias en la misma cadena de siempre.

jueves, 28 de enero de 2010

Leyendo a Murakami en la cama


Bueno, por fin, ¡que bien!, en la camita temprano, y con mi libro, a leer un ratito tranquilo, es mi momento de placer… A ver, por donde iba… a sí por aquí, más o menos, a ver… mmmmm.. “pasa por delante de la chica que lee. Y, en el preciso instante que acaba de dejar la mesa atrás…” coño, de que va esto, no me acuerdo…, quizá empezando de un poco más atrás, a ver, “la camarera encargada de acomodar a los clientes se acerca..” pero de que iba esto, empezaré por la pagina anterior a ver si cojo…mmmmm, a ver, por aquí, desde este punto y a parte, veamos… “Se abre la puerta automática y un hombre joven, alto y desgarbado…” un poco más adelante…mmmm..”Es un joven normal y corriente…” mmmm… “la camarera encargada de acomodar” …mmmm…”La chica percibe su presencia y alza la mirada…” ¡Ah!, ya me acuerdo, la chica que está en el bar leyendo en un rincón y entra el chico ese, vale, por fin, sigamos…”El le dirige la palabra. –Oye, perdona si me equivoco, pero tu eres la hermana de Eri Asai, ¿verdad?” Eri Asai, ¡jo!, que nombres mas chulos tienen los japoneses, “ella no dice nada. Mira al rostro del joven con ojos de estar contemplando un arbusto dominado espierso en un rincón..” ¿Qué, que dice?, a ver volvamos atrás…mmm.. ” con ojos de estar contemplando un arbusto demasiado espeso en un rincón del jardín” ¡Ah, vale, ahora...!, que bueno que es el Mukamari, o Murakami este, a ver…”-Nos vimos una vez –prosigue el joven-. Te llamas Yuri, ¿verdad?... ella lo corrige de forma concisa: -Mari….La camarera deposita la carta sobre la mesa. El hombre toma asiento frente a Mari y deja el estuche del instrumento musical en el asiento contiguo. Luego le pregunta, como si se acordara de pronto…” Joder, ya estoy empezando a ver las líneas de diferentes colores, como si estuvieran sombreadas, una sí y otras no, estoy empezando a dormirme, que rabia, debe ser cosa de la edad, porque antes…, bueno sigamos a ver si aguanto un poco más…mmmm... ”Mari ladea levemente la cabeza. Puede sigifgar tento que si come que no. Se guita las gafas y las beja junto la caza de cabé” ¡Joder, no me estoy enterando de nada!, Un poco más y lo dejo..mmm…” El hombre reflexiona sobre el signifa “................ ¡Ostras!, se me ha caído el libro................ casi mejor lo dejo sobre la cama y......... duermo un poco........................................ debería apagar la luz........................ es igual …….. la luz.......

martes, 26 de enero de 2010

Proclamación de independencia




Quiero poner las cosas claras,
quiero que sepas
que ya no voy a depender más de tí.
Ya no acepto por más tiempo
tu tiranía,
tu presencia constante,
tu ferreo control.
He vivido demasiado tiempo
pendiente de tu mirada turbia,
de tu aprobación,
siempre amenazante,
siempre restrictiva.
Cualquier ilusión,
cualquier deseo,
cualquier placer que quisiera darme,
debía pasar por el tamiz
de tu estricta valoración.
Pues que sepas
que se ha terminado,
que he dejado de temerte.
Se que vivirás a mi lado,
que no puedo prescindir de tí,
pero a partir de ahora
serás como una amiga:
me respetarás y te respetaré,
me aceptarás y te aceptaré
y jamás, repito, jamás,
me impondrás tu criterio.
A partir de este momento,
Muerte,
serás sólo mi amable compañera

domingo, 24 de enero de 2010

Obligaciones cotidianas



Suena el despertador, son la seis de la mañana, quiero dormir un poco más, me cuesta despegar los párpados, per me levanto, debo bajar el perro antes de ir al trabajo, salgo de casa, es tarde, enciendo un cigarrillo, el semáforo está rojo, no pasa nadie, dicen que no dejarán fumar en el coche, ni en ningún sitio, no se preocupan por mi salud, claro, sino por el coste sanitario que supone este mal hábito, llego al trabajo, quisiera tomar un café, pero es tarde, no debo entrar después de las nueve, está mal visto y la imagen que das es lo que cuenta. Tengo que asistir a una reunión, donde mi aportación será escasa, pero no puedo decidir no ir, sería una falta de respeto, mi trabajo se atrasa, quiero salir a las seis, antes no está permitido, pero no puedo, debo acabar el trabajo antes interrumpido, llego por fin a casa, quiero sentarme y leer, pero el perro espera, lo saco de paseo, al volver debo corregir los deberes de mi hijo, cenamos, quiero ver las noticias, pero dan el hormiguero, me acuesto, allí podré leer, pero me duermo.

sábado, 23 de enero de 2010

Adios a un amigo


El tiempo es un tirano, indiferente y mal criado, que somete al reino de la materia a sus caprichos de eterno niño. Es el imperio de lo tangible, siempre mutable, pasajero, inconstante, atractivo y mentiroso. Pero hay otro reino, quizá más real, no sometido, libre, siempre presente y eterno, donde viven los sentimientos, el amor y la amistad y es nuestro reino, donde siempre y para siempre nos reencontraremos.

Entrecruzamientos de invierno


La ramas entrelazadas
entreviendo sus destinos,
se estremecen en el tiempo
lento del invierno,
Reflejos de una ilusión
de una lejana primavera,
donde todo se fundía
en un solo fuego.
Han pasado las estaciones
dejando una escarcha de recelo,
mientras las hojas secas
tapizan de ocre el suelo,
Las ramas, aún inquietas,
quieren volar, alcanzar el cielo,
pero un tronco de recuerdos
las atrapa en su inquieto sueño.
Les da miedo volar
adormecidas en el tedio
y siguen tiritando
entrecruzadas en invierno