domingo, 24 de enero de 2010

Obligaciones cotidianas



Suena el despertador, son la seis de la mañana, quiero dormir un poco más, me cuesta despegar los párpados, per me levanto, debo bajar el perro antes de ir al trabajo, salgo de casa, es tarde, enciendo un cigarrillo, el semáforo está rojo, no pasa nadie, dicen que no dejarán fumar en el coche, ni en ningún sitio, no se preocupan por mi salud, claro, sino por el coste sanitario que supone este mal hábito, llego al trabajo, quisiera tomar un café, pero es tarde, no debo entrar después de las nueve, está mal visto y la imagen que das es lo que cuenta. Tengo que asistir a una reunión, donde mi aportación será escasa, pero no puedo decidir no ir, sería una falta de respeto, mi trabajo se atrasa, quiero salir a las seis, antes no está permitido, pero no puedo, debo acabar el trabajo antes interrumpido, llego por fin a casa, quiero sentarme y leer, pero el perro espera, lo saco de paseo, al volver debo corregir los deberes de mi hijo, cenamos, quiero ver las noticias, pero dan el hormiguero, me acuesto, allí podré leer, pero me duermo.

3 comentarios:

  1. ¿Acaso con alguna cámara oculta has llegado interiorizar la alarmante mediocridad de mi vida?

    Genial el texto, Xavier.

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  2. Debemos tener esperanza, sólo ante la sensación de mediocridad existencial uno es capaz de rebelarse.

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